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"Me rompo" en el momento del nacimiento, que significa


Foto autorizada Anna y Oscar

El período posterior al nacimiento también llamado puerperio o pos parto, es un período de quiebre y adaptación tanto emocional, físico y relacional que cada mujer vive de diferente forma, de acuerdo a factores sociales, culturales, religiosos, etc.

Donde los cambios que existen en este período son considerados sagrados en algunas culturas y tabú en otras. En la sociedad moderna se pretende creer que tras el parto no hay consecuencias y la vida puede seguir sin variación.

Pues prepararse para el nacimiento asistiendo a talleres y charlas es información que podrá ayudar durante la etapa de la gestación, que luego pensamos acabará con el nacimiento.

Nada más lejos de la realidad!! ocurre todo lo contrario. Después del parto es donde todo comienza, por eso el apoyo, comprensión y contención son fundamentales en el pos parto, tal como dice Laura Gutman en su libro "el puerperio", la mayoría de los partos los atravesemos con muy poca conciencia con respecto a este “rompimiento físico y emocional”. Ya que el parto es sobre todo un corte, un quiebre, una grieta, una apertura forzada, igual que la irrupción de un volcán que gime desde las entrañas y que al despedir sus partes profundas destruye necesariamente la aparente solidez, creando una estructura renovada.

Después de la “irrupción del volcán” (el parto) las mujeres nos encontramos con el tesoro escondido (un hijo en brazos) y además con insólitas piedras que se desprenden como bolas de fuego (nuestros “pedacitos emocionales”, o nuestras partes desconocidas) rodando hacia el infinito, ardiendo en fuego y temiendo destruir todo lo que rozamos. estas emociones van quemando lo que encuentran a su paso. Miramos azoradas sin poder creer la potencia de todo lo que vibra en nuestro interior. Incendiando y cayendo al precipicio, suelen manifestarse en el cuerpo del bebé (que está en conexión directa abierta y receptora con la madre). Son nuestras emociones ocultas que despliegan sus alas en el cuerpo del bebé rozagante y disponible.

Atravesar un parto es prepararse para la erupción del volcán interno, y esa experiencia es tan avasallante que requiere de mucha preparación emocional, apoyo, acompañamiento, amor, comprensión y coraje por parte de la mujer y de quienes pretenden asistirla.

Sin embargo pocas veces las mujeres encontramos el acompañamiento necesario para introducirnos luego en esa herida sangrante, aprovechando este momento como punto de partida para conocer nuestra renovada estructura emocional (generalmente bastante maltrecha, por cierto) y decidir qué haremos con ella.

El hecho es que -con conciencia o sin ella, despiertas o dormidas, bien acompañadas o solas, incineradas o a salvo- el nacimiento se produce.

Lamentablemente hoy en día consideramos el parto y el pos-parto como una situación puramente corporal y del dominio médico. Nos sometemos a un trámite que con cierta manipulación, anestesia para que la parturienta no sea un obstáculo, drogas que permiten decidir cuándo y cómo programar la operación, y un equipo de profesionales que trabajen coordinados, puedan sacar al bebé corporalmente sano y felicitarse por el triunfo de la ciencia. Esta modalidad está tan arraigada en nuestra sociedad que las mujeres ni siquiera nos cuestionamos si fuimos actrices de nuestro parto o meras espectadoras. Si fue un acto íntimo, vivido desde la más profunda animalidad, o si cumplimos con lo que se esperaba de nosotras. Si pudimos transpirar al calor de nuestras llamas o si fuimos retiradas de la escena personal antes de tiempo.

En la medida que atravesemos situaciones esenciales de rompimiento espiritual sin conciencia, anestesiadas, dormidas, infantilizadas y asustadas... quedaremos sin herramientas emocionales para rearmar nuestros “pedacitos en llamas”, permitiendo que el parto sea un verdadero pasaje del alma. Frecuentemente, así iniciamos el puerperio: alejadas de nosotras mismas.

Anteriormente describíamos la metáfora del volcán en llamas, abriendo y resquebrajando su cuerpo, dejando al descubierto la lava y las piedras. Análogamente, del vientre materno, surge el bebé real, y también el interior desconocido de esa mamá, que aprovecha el rompimiento para colarse por las grietas que quedaron abiertas.

Esos aspectos ocultos encuentran una oportunidad para salir del refugio. La sombra ( es decir, cualquier aspecto vital que cada mujer no reconoce como propio, a causa del dolor, el desconocimiento o el temor) utiliza el quiebre para salir de su escondite y presentarse triunfante en la superficie.

El problema para la mamá reciente es que se encuentra simultáneamente con el bebé real que llora, demanda, mama, se queja y no duerme... y al mismo tiempo con su propia sombra (desconocida por definición), inabarcable e indefinible.

Pero concretamente ¿con qué aspectos de su sombra se encuentra?. Cada ser humano tiene su historia y obstáculos a recorrer, por lo tanto sólo un trabajo profundo de introspección, búsqueda personal, encuentro con dolores antiguos y coraje, podrá guiarnos hacia el interior de esa mujer que sufre a través del niño que llora.

El puerperio es una apertura del alma. Un abismo. Una iniciación. Si estamos dispuestas a sumergirnos en las aguas de nuestro yo desconocido.

(Laura Gutman)

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